Van a cumplirse en breve dos años (27 de noviembre de 2017) desde que el pleno del Ayuntamiento de Torrelavega aprobase una moción en la que se comprometía, entre otras cuestiones, a crear en un plazo máximo de 6 meses una ordenanza de actividades culturales de base que facilite la accesibilidad en la obtención de licencias y permisos para la organización de eventos musicales en espacios privados como bares o salas, así como en espacios públicos de la ciudad.
Nos vamos acercando a los 24 meses transcurridos desde la formulación de tan buenos propósitos y podría pensarse, dado lo extenso del periodo, que ha sido tan minucioso el cuidado, tan precisa la atención en el trabajo, que estaríamos a punto de encontrarnos ante una ordenanza de primer orden cualitativo, llena de virtudes en cuanto a lo que sus objetivos atañen.
La triste realidad es que no se ha redactado ni una coma y, no ya los meses, sino los años, se han sucedido sin el más mínimo avance ni muestra de interés.
No vamos a detenernos más en una situación que se califica sola. Sangrante y sin visos de cambio en el horizonte cercano, tenemos que señalar con toda rotundidad que la tierra de nadie administrativa en la que se están moviendo los espacios privados, bares y salas de esta ciudad en los que durante años los conciertos estuvieron en la práctica proscritos, sigue contribuyendo a la desertificación y mutilación de las posibilidades de desarrollo de la cultura cercana, la generada desde los locales, grupos, asociaciones o colectivos locales más allá de los grandes eventos puntuales de la “ciudad de festivales”. La misma moción se comprometía a construir y/o habilitar técnicamente una sala de gestión municipal que mediante tasas de fácil acceso permitiese la realización de actividades multiculturales diversas, y que acoja una programación estable y accesible. De momento nos tenemos que contentar con imaginarla.
No solo es este sustrato social el que padece las consecuencias de esta inoperancia. Los espacios privados como bares o salas que poniendo su grano de arena para ampliar la oferta de ocio y cultural de la ciudad y que podrían al tiempo mejorar su viabilidad económica y posibilidades de supervivencia en un entorno socioeconómico tan difícil como el que llevamos años viviendo, se ven obligados a hacer acopio de valor y moverse en una inseguridad administrativa, acompañada por si fuera poco de la sombra permanente de posibles sanciones y de la imposibilidad de plantear un calendario de actividades que atraiga al público local y de nuestro entorno geográfico.
Hablamos por tanto de la viabilidad de negocios y puestos de trabajo. De la oferta cultural de todos los días. De los espacios, también los privados, en los que esta puede encontrar su vehículo. De tener una ciudad viva durante todo el año y no solo rescatada del letargo para los grandes eventos en los que es fácil retratarse y colgarse medallitas a golpe de talonario.
Toca retratarse en esto porque, casi dos años de dejadez e inoperancia para abordar una cuestión sensible y con tantas implicaciones a corto, medio y largo plazo no puede ser otra cosa que motivo de vergüenza ajena. Ojalá no nos tengamos que ver en las mismas para noviembre de 2020.
En Torrelavega a 25 de septiembre de 2019.