Es de conocimiento público en las últimas semanas que la firma Solvay no tiene intención de renovar el acuerdo firmado en 1998 para la cesión de sus antiguas escuelas al Ayuntamiento de Torrelavega. Es público también que la empresa mantiene conversaciones tanto con el Gobierno Autonómico como con la Universidad de Cantabria (en las que el gobierno municipal no parece estar teniendo ningún papel relevante) para dotar de un nuevo uso a unas instalaciones que se encuentran en un precario estado de conservación.
Se consuma así el capítulo final de un despropósito cuyo desenlace no era difícil de intuir y del que ya habíamos advertido. Conviene hacer un poco de memoria para entender, aunque sea difícil, la génesis del absurdo:
El edificio, que se construyó en 1914 sobre una parcela ajardinada al modo de los campus anglosajones, se encuentra recogido en el PLAN ESPECIAL DE PROTECCIÓN Y CATALOGACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE TORRELAVEGA con un nivel de protección ambiental grado I que paradójicamente incluye entre sus disposiciones la obligación municipal de fiscalizar con especial atención el correcto mantenimiento del edificio.
Entre los aspectos fundamentales de este convenio firmado el 25 de noviembre de 1998 se establecía que la cesión gratuita respondía a la necesidad municipal de un edificio adecuado para el desarrollo de actividades culturales y recreativas. Actividades inexistentes en los último años como ha quedado patente, a pesar de que el fin específico que se asignaba a la finca era el desarrollo de actividades culturales y recreativas que el Ayuntamiento debía promocionar sin que se contemplase otros posibles usos.
Para su puesta en marcha se realizaron intervenciones en el sistema de calefacción, la red de alcantarillados, los sanitarios y aseos, revestimientos, pintura, reparación de solados, elementos estructurales de madera y artesonado, desbroce de zonas verdes… Intervenciones en fin, con un coste económico a cargo de las arcas municipales cuyos detalles específicos y montante desconocemos. Entre los años 2000 y Octubre de 2006 las escuelas albergaron el Archivo y Hemeroteca municipales y se desarrollaron en ellas actividades vinculadas con estas funciones además de varios programas de fomento del empleo. El traslado del Archivo y la Hemeroteca a su nueva ubicación en al antiguo casino de Sniace se inicio en 2006 y terminó a finales de 2010. Teniendo en cuenta la distancia que separa ambos puntos físicos, la labor debió de ser épica y hercúlea. Desconocemos los motivos que prolongaron tan ostensiblemente dicho traslado.
Desde 2006 por tanto, no se desarrolla en el complejo ninguna de las actividades para las que acordó su cesión, ni esas actividades en concreto ni ninguna otra de la que haya constancia si excluimos el solitario retén de una habitación custodiada para uso de la Policía Municipal, a través de cuyos cristales podía verse hasta hace no mucho diversa documentación apilada. Nos consta también que esta década se han albergado allí los reyes magos de oriente y parte del Belén. No excluimos completamente las posibles implicaciones culturales de este alojamiento, aunque se nos antoja excesivo y de unas proporciones, quizás por aquello de las majestades orientales, dignas de las monarquías petroleras del Golfo Pérsico.
Cuando se planteó la posibilidad de dotar de un nuevo uso de indudable carácter cultural, el dictamen técnico aseveró que las condiciones de conservación lo hacían inviable para desarrollar «actividades», dicho esto genéricamente y sin más detalle que pudiera aclarar si se habla de un taller de herrería o de unas sesiones de meditación trascendental. Esto a pesar de haberse invertido 7.625 euros en la rehabilitación de diferentes desperfectos producidos durante los años en los que el edificio permaneció vacío esperando mejores tiempos. Inviable era también y teóricamente cualquier proyecto futuro porque los costes mínimos para restablecer las condiciones básicas del edificio ascendían supuestamente a 300000 euros. Desde luego con una inversión de esa cuantía el resultado habría de ser cuando menos fastuoso, pero nos parece excesivo.
Casi una década después de su último uso de cierta relevancia, el convenio se extingue y los propietarios de las escuelas buscan en otras instituciones nuevas perspectivas. Analizados todos estos elementos empezamos a sospechar que en Torrelavega tenemos nuestra propia dimensión del realismo mágico, una en la que sucesivas corporaciones suscriben el acuerdo de cesión de un edificio para su uso cultural y lo mantienen vacío durante casi una década como un tótem catalizador de energías o más bien frustraciones, una puerta cósmica a la nada sobre la que resuenan las campanas de Belén. Un coloso de ladrillo que exige unos presupuestos a la altura de la Sagrada Familia (¿Será este el vínculo con el portal?). ¿Estamos ante una intervención artística que no hemos sabido entender? Otras ciudades y pueblos tendrán bulliciosos centros culturales pero aquí estamos ya en el futuro: Hemos tenido durante una década un complejo entero en el que imaginarlas. Hasta que se acabó el convenio.