Indignados y resignados: esa es la imagen que los dueños de esta tierra estamos dando ante las escandalosas noticias sobre la corrupción política en España.
Los mismos que han puesto en marcha una reforma laboral que nos deja a las puertas de la mendicidad, junto a recortes de servicios y derechos que costaron a los trabajadores sangre sudor y lágrimas…Los mismos cómplices de banqueros que están dejando miles de familias sin techo, culpables de la desesperación que lleva al suicidio, cómplices del capitalismo más cruel y depredador, son la escoria de un sistema que les ha permitido, que les permite escaquearse de una Justicia parcial y sometida en muchas ocasiones al poder político. Son quienes nos gobiernan. Es la política dictatorial que se supone en piases que han sufrido un golpe de estado. Porque, en este momento, pero desde la Transición, ya no se necesitan fusiles para someternos: Han cambiado las armas por Leyes, Reformas, Decretos y Decretazos y con ellos se ha consumado un auténtico golpe de estado contra los derechos y la dignidad de las personas.
Y la Monarquía como valedora de este sistema, no es ni mucho menos ajena a la corrupción. Una monarquía impuesta, un rey designado por el dictador, una familia real que suma a los escándalos de corrupción del yerno y la hija de Juan- Carlos I, lo que le cuesta al pueblo: una fortuna. Al mismo pueblo que está al borde de la miseria, al mismo pueblo que busca comida en los contenedores de los supermercados, o al que se le niega un techo para vivir.
Este sistema lleva en su génesis la gangrena de la corrupción. Es el sistema capitalista. Y todo el aparato político que sustenta el sistema está a su servicio. Diferencias de matiz, pero no de fondo. La financiación de los Partidos políticos, la Ley de partidos, la Ley Electoral, o, las subvenciones a partidos políticos que no se rigen por la Ley General de Subvenciones, son una parte fundamental del blindaje que les hace casi intocables. Los casos Barcena, Gurtel, Urdangarín, con ser clara y nauseabundamente actos de corrupción al mas alto nivel, no son casos puntuales. Son la punta del iceberg de una corrupción generalizada que demuestra hasta que punto este sistema se desmorona como un gigante de hierro con los pies de barro. Lo importante no es el partido que gobierna – o que co-gobierna ejecutando el único programa posible, el del capital – , sino la clase social que tiene el poder. Eso es harina de otro costal y el resultado no se dirime electoralmente, como mucho unas elecciones pueden reflejar el cambio en la correlación de fuerzas sucedido en el terreno de lo real.
Este acto que ha convocado ACPT, es una llamada a la responsabilidad, a la conciencia y al derecho que la sociedad civil tiene frente a una situación que, a pesar de las criticas puntuales de los partidos políticos, se mantendrá en el tiempo porque no conviene tocar la raíz del problema.
Un pueblo indignado debe canalizar esa indignación hacia objetivos concretos. Debe movilizarse contra un sistema que se justifica con el voto. Debe tomar la calle, exigir responsabilidades y ejercer el derecho de ser el verdadero protagonista de nuestra historia. Trabajadores asalariada o no, expoliados y orillados por este sistema atroz, somos la sal de la tierra, la maquinaria que ha movido el mundo, los conquistadores de los derechos humanos, el azote de los tiranos. Somos la mayoría y tenemos la fuerza de la razón con nosotros.
Participar en este tipo de actos, permite también el encuentro de la sociedad sin intermediarios. Aprendizaje y experiencia. Independencia y libertad.
Estar frente al Ayuntamiento no es cosa del azar: Esta es la Institución más cercana al pueblo. Y el pueblo debe hacerse notar aquí precisamente. Porque fijarse sueldos y liberaciones a su criterio, privatizar servicios públicos, y limitar la participación ciudadana a la condición de mera espectadora, si no son causas enmarcadas en el concepto de “corrupción”, sin son actuaciones que la abren las puertas.
Y convocaremos concentraciones y actos contra abusos de poder que desde el Ayuntamiento se cometen, sin descartar acciones que no por cívicas dejarán de ser contundentes.
Compañeros y compañeras: Como decía Celaya en sus cantos íberos, ¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
Por nuestra dignidad, por nuestra salvación ¡Guerra sin cuartel a la corrupción política!
Por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos ¡Que nuestra voz no se apague ni nuestra voluntad se doblegue!
La asistencia fue muy importante y parece que el ciudadano empieza a cansarse de tanta desfachatez.